Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora
Desde la casa de la Colina,
desciendo a tus tierras por la Arnela,
ante tus aguas abiertas, aguas marineras,
donde los mortales sienten paz,
a orillas de tu longevidad
para planear sobre tu fondo azul,
y amplio horizonte de aguas e infinita sal.
Desde la casa de la Colina,
desciendo a tus tierras por la Arnela,
Sigo el rastro de tus olas atlánticas que,
al encuentro de Tamara, Tamaris, Tambre,
invaden la resistente tierra galaica,
como tus hórreos de piedra y madera.
Desde la casa de la Colina,
desciendo a tus tierras por la Arnela,
con el coletear de delfines erguidos sobre tus aguas,
bailando en mar abierto hasta alcanzar el Puerto del Sol,
bajo laderas de pinos bravos y coníferas,
el fresco y frondoso colchón de helechos,
rodeado de plateadas playas y frías aguas.
Desde la casa de la Colina,
desciendo a tus tierras por la Arnela,
anaranjada puesta de sol,
que resbala y dormita tras el monte Louro,
cambio el cielo por el mar,
hasta que vuelva a despertar.
Desde la casa de la Colina,
desciendo a tus tierras por la Arnela,
Terra meiga, terra galega,
Canto del viento y brisa hechizada,
que asoma por el mirador de la Atalaia,
empareja el cielo con la tierra,
amarrado a esta villa que nunca dejas,
y a la que siempre regresas.
Vila do Son.