Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora
Hay fotos que nos recuerdan los veranos a orillas del mar, de largos paseos bordeando la mar más bella, por un camino de color albero, de oro molido y reflectante bajo nuestros pies, de paisajes de palmeras y farolas iluminadas, con las vistas al mar que se extiende por la costa como una manta fresca y azulada que nos acompaña todo el camino y alcanza hasta donde dejamos de verlo para perderse en el infinito.
Con la frente llena de sudor y sal, oigo las olas chocar en las orillas de piedras, que transforman la fuerza del agua en espuma que deja tras de sí el agua cristalina.

Y un año más me esfuerzo, antes de regresar, en archivar en la retina este remanso de paz, que sirve de parón y desconexión, y a guardar mentalmente el susurro del fondo de una caracola que te transporta a la calma de la profundidad del mar.
Todo para tomar el impulso necesario para volver a la superficie y seguir con la vida multicolor, como la de las fotografías, esas que equivocadamente nadie quiere hacerse, tal vez porque nos recuerdan que hemos perdido frescura y ganado en edad y peso, pero que captan los momentos que resumen un día, un verano, una vida. Instantáneas, nunca mejor dicho, que sacuden en nuestra memoria el recuerdo de lo que fuimos, de lo que somos y todo lo sucedido en ese momento que quedó capturado para la posteridad.
El día 19 de agosto es el día mundial de la fotografía. Un día como ese en 1839 en París, se anunció oficialmente el procedimiento fotográfico conocido como el daguerrotipo. Invento desarrollado y perfeccionado por Louis Daguerre, a partir de las experiencias de Niépce que se le conoce como el inventor de la fotografía.
Supuso la revolución de esta técnica y abrió el camino para llegar a lo que es hoy en día. El invento permitía captar imágenes, que eran únicas e irrepetibles sobre una lámina de cobre plateada, proceso que fue el más utilizado durante casi veinte años, siendo reemplazado en 1860 por otros nuevos y menos costosos.
Se puede decir que la visión del mundo cambió a partir de este invento, que capturaba la realidad en un formato ilustrado y gráfico, dejándola probada y documentada para los anales de la historia.
El arte de una imagen fotografiada permite secuestrar ese instante para siempre, detenerlo en el tiempo y ser testimonio gráfico de su existencia y veracidad.
Que «una imagen vale más que mil palabras», afirmación con la que podemos estar de acuerdo o no, resume claramente la utilidad de esta herramienta y forma de expresión que deja un legado documental de incalculable valor, como cualquier arte o manifestación artística.
Innumerables son los fotógrafos que nos han dejado una profunda huella con su trabajo destinado a capturar imágenes que conmueven, que roban el alma, que transmiten más allá de una simple imagen: Steve McCurry y «la niña afgana» y sus ojos verdes que han dado la vuelta al mundo, realizada en 1984 en un campamento de refugiados, refleja la fuerza y la lucha del pueblo afgano.
Robert Capa, corresponsal gráfico de guerra, testigo de los conflictos bélicos y sociales más importantes del siglo XX, como sus impactantes fotografías en blanco y negro de la Segunda Guerra Mundial.
Annie Leibovitz y su obra más mítica, la de John Lennon y Yoko Ono en la portada de la revista Rolling Stone. Annie quería retratar solo a Lennon, pero el músico exigió que apareciera también su mujer, puesto que participaba en el disco Two Virgins. La Polaroid mostraba a los dos tumbados, el contraste de la pareja, él desnudo, ella vestida de negro, y un beso que pudo ser su despedida, porque horas después John Lennon era disparado y asesinado bajo el arco del Dakota, su residencia de New York.
Más imágenes que se han convertido en símbolos: «El beso en el ayuntamiento» 1950, de Robert Doisneau que personifica un momento de la vida cotidiana y de la humanidad en las calles de Paris tras años de guerra.

«La niña y el buitre» de Kevin Carter, la dureza del hambre y la miseria en el sur de Sudán por la que recibió un premio Pulitzer, pero que también todo este trabajo duro le llevó a un final trágico, dejando en su nota de despedida «…Estoy atormentado por los recuerdos vívidos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor, del morir del hambre o los niños heridos, de los locos del gatillo fácil, a menudo de la policía, de los asesinos verdugos…».
«La niña quemada» por napalm en la guerra de Vietnam. Fotografiada por Nick Ut en junio de 1972, galardonada con el Premio Pulitzer. Kim Phuc una joven quemada de nueve años corriendo y huyendo por la carretera junto a sus familiares de los ataques de napalm. La niña fue llevada por el fotógrafo al hospital de la zona donde no quisieron atenderla por no saber como tratarla. Nick se identificó y amenazó con publicar en los periódicos que no la estaban atendiendo. Los médicos decidieron cubrirla las heridas y esperar su muerte. Pero las vendas y la falta de tratamiento fue realmente lo que le salvó la vida, ya que el químico que le cubría el cuerpo se fue apagando al no tener contacto con el oxígeno, evitando así que volviese a combustionar.
Omayra Sánchez de Nevado del Ruiz, 1985 de Frank Fournier. Joven colombiana de 13 años que falleció atrapada entre los escombros y restos de su casa tras la erupción del volcán de Nevado del Ruiz. Después de 72 horas de lucha nos dejó a todos conmocionados por su valentía y dignidad.
El almuerzo sobre un rascacielos, 1932 de Chrarles C. Ebbets, reflejo de las duras condiciones a las que se tenían que enfrentar los trabajadores en una época de recesión y elevadas tasas de desempleo. Foto icono del Día del Trabajador que muestra a unos obreros sentados en una viga del edificio Rockefeller Center, con gran naturalidad a pesar de la gran altura.
Son infinitos los ejemplos de momentos captados por grandes fotógrafos a nivel internacional, Man Ray, Ansel Adams, Henri Cartier-Bresson, Diane Arbus, Dorothea Lange, Sebastiao Salgado, también a nivel nacional, Jose María Rodriguez Madoz, Ainara García, Jorge Alonso, Miguel Reveriego, Eugenio Recuenco, Isabel Díaz y muchos más.
Celebremos el poder de este arte, capaz de influir en la humanidad y dejar una traza imborrable de todo lo bueno y lo malo que nos rodea, siendo la mejor máquina para viajar en el tiempo.
Cuando alguien les diga vamos a hacernos una foto, por favor, no hagan amagos ni escaqueos, ni quejas o quiebros de cintura… recuerde que nunca van a estar mejor que hoy y que merece la pena dejar prueba de ello, sobre todo si está con la mejor compañía.
Como dijo Imogen Cunningham «¿Cuál de mis fotos es mi fotografía preferida? Una que voy a hacer mañana».