«Ciertos momentos, en ciertos sitios, en apariencia insignificantes, se graban en la memoria con una viveza y una claridad inverosímiles; inverosímiles porque son tan claros y vívidos que surge la sospecha de si no los habrá creado nuestra fantasía, de que, en definitiva, debemos haberlo imaginado»

De esta guisa empieza el libro de John Banville, La alquimia del tiempo. Toda una declaración de intenciones, en la que el autor irlandés nos extiende la alfombra para dar paso a un libro que busca sus anclajes y asideros en el pasado, en el tiempo vivido, pero que nos llevará por un caudal entremezclando la realidad y la fantasía, como ese rio Liffey, que atraviesa Dublín de este a oeste y que se tiñe de un verde cuento el día de San Patrick.
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